jueves, 17 de octubre de 2013

Algunos poemas de Frank Baez

http://www.youtube.com/watch?v=aF6If_vEg8ghttp://www.youtube.com/watch?v=aF6If_vEg8g

El poeta dominicano Frank Baez leyendo algunos de sus poemas.

 
Llegó el fin del mundo a mi barrio
 
Llegó el fin del mundo a mi barrio
sin que a nadie le importara.  
Mis padres tenían puesto CNN
esperando el boletín especial.
 
Los liquor stores y los cyber cafés
siguieron abiertos hasta tarde.   
Nadie comprendía las señales.
Hasta la mujer que vio la silueta
de la virgen de la Altagracia
en el cristal delantero de su jeepeta
fue al car wash a lavarla.
 
Moteles y bingos estaban abarrotados.
Las evangélicas que con sus panfletos
habían anunciado tanto el fin
se fueron a la cama temprano.
 
No cortaron las líneas de teléfono.
Ni se llevaron el agua y la luz.
Nadie vio las estrellas que caían del cielo.
Para cuando el arcángel Miguel sonó la trompeta
el partido de los yankees
iba por el
octavo inning.
Treinta y tres años y aún no soy calvo
Que otros se jacten de las páginas que han escrito,
yo me vanaglorio de que no soy calvo.
Pobres papás de mis compañeritos del colegio
que con treinta y tantos ya eran calvos.
De noche rezaba y le pedía a Dios
que no dejara que se me cayera el pelo
y Dios no me defraudó
porque no soy calvo.
No soy calvo.
Nunca seré calvo.
No puedo querer ser calvo.
Tengo una buena relación
con los barberos y compro
los productos más caros.
Mi barbero me llama
cada vez que el último corte de pelo ha expirado.
Mi barbero que tiene dos años
que no prueba drogas y que se ha enliado
con una peluquera casada.
Mi barbero es mi hermano.
Pero estaba hablando de mi pelo.
Me gusta tu pelo, dice en chino
la cajera del supermercado.
¡Asia entera sueña con un día tener mis rizos!
En Taipei trataron de llevarme secuestrado.
Treinta y tres años y no soy calvo.
¡Virgen de la Altagracia! Llamaré a mis panas
para emborracharnos en el colmado.
No, mejor sigo garabateando
poemas en mi cuarto.
Quizás no pueda seguir escribiendo poesía
cuando me vuelva calvo.
Así que aprovecho ahora,
me echo todo el pelo para atrás
y aporreo el teclado.
 
Mejor que el sexo
Lo mejor es cuando
le pones seguro a la puerta
y sólo están tú y el poema
y no tienes más remedio que preguntarte
si eres tan bueno como te dijeron el otro día
o tan malo como dicen siempre.
O cuando uno escribe un poema
tan intenso que acabas viniéndote
con los pantalones puestos.
O cuando sientes que estás escribiendo uno
que van a leer tus tataranietos
y piensas que ellos van a sentir
lo que una vez sentiste
y creo que es Joyce quien dice
que se siente como si el otro al leer
estuviera inventando las palabras
del poema nuevamente.
Así como el guitarrista del metro
de Chicago que tocó una hermosa melodía
y luego golpeó su guitarra
contra el piso hasta hacerla añicos,
he roto papeles y poemas
para mi propio deleite.
Y escribir es como caminar.
Cada palabra que escribo
es un paso que voy dando.
¿Hasta dónde he llegado?
¿He encontrado mi hogar?
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 

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