RITUALES PARA PROFANAR EL EGO
Y de crepúsculos podridos
Pero se jubiló de escribano
En un burdel de musas muertas.
Como Gregorio, su anterior vecino,
Se levantó tarde una mañana
Y el espejo lo devolvió tarde a su monstruo.
Entendió
Que su reino no estaba en este mundo
Vendió sus látigos
Las que antes fueron sus corbatas finas
Las cuatro mariposas
-que no eran recuerdo de ninguna abuela-
las cincuenta y tres virtudes capitales
y se encontró en una calle
en una ciudad cualquiera
cosido al mismo y ultrajado rostro
«en el traje que vistió mañana»
y también comprendió
con vergüenza mezquina y arbitraria
que lo único que cambia en esencia
para el hombre
es la pequeña muerte
en la que viaja a cumplirle las citas
a las oscuras miserias de la vida.
Tengo una poderosa nostalgia de milagros. Si tan solo me fuese dado transmutar el agua en vino sería un creyente insobornable de la divina gracia. Pero esto de ser hombre es un fracaso acumulado. Es tan vulgar comprar el vino en almacenes, es tan grosero esto de no poder caminar tranquilo por el agua, que un día de estos, cuando no soporte tanta humillación por ser humano, me voy a convertir en dios y no regreso.
Por estar encerrado tanto tiempo en este lugar azul sin telarañas.
Por practicar este febril oficio de ermitaño, me he perdido sin duda de muchas maravillas. Cuántos amigos, cuántas muchachas bellas pudieron haber pasado por la calle y yo tejiendo un confundido sueño, que no ha de servir para nada, sino para ser un solo y simple sueño.
Por muchos años he mantenido cerrada la puerta de mi casa. Se me perdió la llave. He corrido todas las cortinas, sólo he dejado prendida una difusa lámpara de otoño. E insisto nuevamente en fabricar el sueño.
Cuando intente volver al mundo de las calles, si es que eso alguna vez ocurre, quizás ya no me encuentre con alguien conocido. Las muchachas no sospecharán que vengo de trabajar un sueño. Seré tan sólo un transeúnte lelo, uno que se olvidó cómo es la calle.
No es que me aburra en demasía esto de ser huraño, este como vivir al margen de la historia. Pero es tan hermoso trabajar un sueño.
Un día he de querer volver al mundo y sus placeres, he de tener nostalgia de la carne y del demonio. Limpiaré con todo cuidado las plumas ajadas de mis alas. Encontraré en el viejo baúl un traje antiguo, de pronto también algún sombrero, y me arrojaré a la calle para mostrarle a quien encuentre, el sueño.
ESCRITO POR
"He sido desterrado de mí mismo. Habito una distancia que nunca he recorrido: yo soy esa distancia."
Victor Paz Otero
Para ver el artículo en su fuente original: http://i.letrada.co/n21/articulo/ficcionario/92/rituales-para-profanar-el-ego
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