Juan Goytisolo fue galardonado con el Premio Cervantes
"La novela es un género omnívoro"
El escritor español, nacido en 1931, es un ferviente experimentador en
múltiples géneros y un artista a contracorriente. Mirada a su vida y
obra.
Juan Goytisolo pertenece a una raza de escasos ejemplares en el
círculo literario: aquella de los escritores que van en contra de la
corriente. Es decir: de los modos establecidos. Es decir: en contra de
casi todo el mundo. Goytisolo se conforma poco con el entorno que le
tocó en suerte y sabe bien que España, su país natal, está hoy permeada
por las mentiras, el desempleo y el desastre social. Esa misma actitud,
que por fortuna ve siempre el vaso medio vacío, la traslada a la
literatura a través de la experimentación. Para Goytisolo, los géneros
carecen de muros, de límites, porque todos ellos (la novela, el
reportaje, la poesía) están en clara consonancia con la mutación: justo
esa mutación que la sociedad española (tradicional y católica todavía,
en términos del escritor) se resiste a cumplir.
Por esa razón, por
ir a contracorriente, por correr en la dirección contraria a la que los
dueños de la opinión han decidido imponer, sus opiniones han caído de
manera poco amigable en España (defensor él de una sociedad más plural,
más abierta a los inmigrantes y más diversa) y Marruecos, donde reside
de manera permanente desde 1997 y donde ha defendido, con cierta
oposición, la independencia política de Francia y España. El ministro de
Cultura del gobierno español, José Ignacio Wert, resaltó esa
singularidad al desglosar las razones por las que ayer le fue concedido
el Premio Cervantes a Goytisolo: “Por su capacidad indagatoria en el
lenguaje y propuestas estilísticas complejas, desarrolladas en diversos
géneros literarios; por su voluntad de integrar a las dos orillas, a la
tradición heterodoxa española y por su apuesta permanente por el diálogo
intercultural”.
Una razón más podría entrar en esa lista: por
cambiar. Goytisolo, en su primera etapa como escritor, a mediados de los
años cincuenta, ejecutó novelas como Juegos de manos y Duelo en el
Paraíso, que fueron calificadas como relatos realistas, ajustados a la
tradición de la posguerra en España. Goytisolo, sin embargo, decantó
todo cuanto tenía que decantar en dicha estética, dio la vuelta y tomó
otro camino. A partir de los años 60 compuso novelas que eran a la vez
poesía, que eran a la vez análisis profundo de la sociedad en que vivía y
de la que vivió en su niñez, culpable en cierto modo de la muerte de su
madre durante un bombardeo franquista en Barcelona en 1938. Goytisolo
comprendió, a través del trabajo de escritura, que ser novelista es
recoger la experiencia del mundo: eso significa que, de un solo envión,
el novelista es mucho más que un mero retratista. Es antropólogo, es
sociólogo, es un estudioso de las luces y los espejos. Del engaño y de
la pretenciosa verdad. De allí viene otra de las razones para otorgarle
el premio, y que fue formulada por José Manuel Caballero Bonald, jurado y
también premio Cervantes: “Goytisolo es un intelectual realmente
cabal”. El poeta español Andrés Sánchez Robayna abarcó más con su
definición del escritor durante el Hay Festival de 2008: “Goytisolo ha
hecho del lenguaje el eje en que gira su relación con lo real y con el
mundo (...). Ha llegado a un territorio en que lo real nos exige
creación constante a fin de que podamos experimentarlo. De ahí que para
él la literatura sea sinónimo de contravención, impugnación,
destrucción, inconformismo, reinvención”.
En una entrevista con El
País de España, Goytisolo habló sobre esa necesidad de abrir el
espectro literario y, por la misma vía, del conocimiento: “Tanto en
París como cuando daba clases en Nueva York me había acostumbrado a una
sociedad heterogénea. El barrio del Sentier me procuró una educación que
ninguna universidad me podía proporcionar: el contacto con migrantes de
todas las partes del mundo. Pasear por allí era pasar de Pakistán a
India, de India a Turquía. Cuando volvía a España en el año 76 sólo
había españoles, y me pareció terrible. En aquella época no había
inmigrantes, y ver una sociedad tan homogénea me decepcionó”.
De
esa necesidad nacieron novelas como Señas de identidad, Don Julián, Juan
sin tierra, Makbara, Las virtudes del pájaro solitario y la novela con
que, dijo, se retiró como novelista, El exiliado de aquí y allá. Sus
ensayos, recogidos en libros como El furgón de cola, Problemas de la
novela, España y los españoles y Contra las sagradas formas, recogen ese
mismo ideario, que es a la vez un modo de ver y una manera estética.
Goytisolo no es sólo un hombre de ideas, sino también un explorador de
la plasticidad del lenguaje. Sus novelas, hasta cierto punto, son
narrativas, pero tienen todas una pretensión más alta, cercana a la
sonoridad. Dice que sus textos están escritos para ser leídos en voz
alta, y dice que algunos son “verso libre narrativo”: la cópula siempre
necesaria de los géneros. “La novela es un género omnívoro, puede
incluir la poesía, pero la poesía no puede incluir la novela”, dijo a El
País.
En los últimos años, Goytisolo ha estado dedicado sobre
todo a la poesía. Ha escrito versos de esta suerte en Ardores, cenizas,
desmemoria (2012): “Feliz el que se muere sin saber que se muere” y “Me
contempla un gato / con ojos de aristócrata inglesa”. Ha dicho también, a
pesar de todos los libros escritos: “Cuando uno no tiene nada nuevo que
decir, se calla”.
Tomado de: http://www.elespectador.com/noticias/cultura/novela-un-genero-omnivoro-articulo-529445
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